lunes, 3 de julio de 2017


Eres mi flor. Te atendí con ternura desde que
eras una pequeña semilla. Te regué y te abo-
né. Estuve a tu lado todos los días de tu vida,
cuidándote cuando las cosas se ponían difíciles, 
cuando el suelo estaba reseco, cundo el sol
te abrasaba y cuando los transeúntes pisoteaban
tus delicados pétalos y hojas.
Me encanta el color de tus pétalos y la forma
como resplandecen cuando se posa sobre ellos
el rocío de mi amor. Me alegra el corazón ver
cómo los abres para absorber el sol de mi amor
y calidez de mi Espíritu. No dejes de beber el
de mi Palabra para que tus hojas conserven
su verdor y se mantengan lozanas. Sigue abrién-
dote a la luz y al calor que irradia mi sol, y no 
dejes de bañarte en mis rayos para que tus colo-
res y tu fragancia puedan alegrar a los demás.
Me lleno de felicidad cuando despides ese
dulce perfume que embriaga de alegría a quie-
nes te rodean, que les levanta la moral  y les ele-
va el espíritu. Tú tienes mucho que entregar,
mi pequeña flor.

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